Jornada de Filosofia de l’Alt Empordà. 2011

Textos de referència [accés al PDF]


El mite del progrés

No hem d’esperar massa dels homes en llur progrés vers el millor, si no volem caure justificadament en l’escarni… que amb molt de gust consideraria aquella esperança com a deliri d’una ment exaltada […] però el curs dels afers humans en conjunt no avança pas del bé cap al mal, sinó que transcorre lentament del pitjor al millor, de manera que cadascú és cridat per la mateixa natura a contribuir en la seva part i en la mesura de les seves forces a aquest progrés.

Kant. Conjectures sobre el començament de la història humana.

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Text 01. De què estem parlant? Una noció mínima de progrés

La esencia de la idea de progreso imperante en el mundo occidental puede enunciarse de manera sencilla: la humanidad ha avanzado en el pasado, avanza actualmente y puede esperarse que continúe avanzando en el futuro. Pero cuando preguntamos qué significa "avanzar" las cosas se tornan necesariamente más complejas. Sus significados abarcan todo el espectro que va desde lo espiritualmente sublime hasta lo absolutamente físico o material.

En su forma más común, la idea de progreso se ha referido, desde los griegos, al avance del conocimiento y, más especialmente, al tipo de conocimiento práctico contenido en las artes y las ciencias. Pero la idea de progreso se ha aplicado también al logro de lo que los primitivos cristianos llamaban el paraíso terrenal: un estado de tal exaltación espiritual que la liberación del hombre de todas las compulsiones físicas que lo atormentan se torna completa. A nuestro entender, la perspectiva del progreso es usada, especialmente en el mundo moderno, para sustentar la esperanza en un futuro caracterizado por la libertad, la igualdad y la justicia individuales.

Robert Nisbet. La idea de progreso

Text 02. Leo Strauss: crisi de la idea de progrés.

La ciència fa a l’home irresponsable. L’home modern és un gegant cec.

Puede decirse que la crisis contemporánea de la civilización occidental es idéntica a la crisis culminante de la idea de progreso, en el sentido pleno y enfático del término. Repito, esa idea consiste en los siguientes elementos: el desarrollo del pensamiento humano en su conjunto es un desarrollo progresivo; con seguridad, la aparición del pensamiento moderno en el siglo XVII marca un ilimitado progreso más allá de todo pensamiento anterior. Hay un paralelismo fundamental y necesario entre el progreso intelectual y el progreso social. No se puede asignar límites a ellos. El progreso intelectual y social indefinido es realmente posible. Una vez que la humanidad haya alcanzado determinada etapa de desarrollo, habrá un piso firme por debajo del cual el hombre ya no podrá caer. Estos aspectos son hoy cuestionables, creo, para todos nosotros.

Por mencionar sólo un punto, tal vez el más consistente, la idea de progreso estaba unida a la noción de conquista de la naturaleza, del hombre convertido en amo y señor de la naturaleza con el propósito de aliviar la condición humana. El vehículo para alcanzar esa meta era la nueva ciencia. Todos sabemos de los enormes éxitos de la nueva ciencia, así como de la tecnología que se basa en ella, y todos podemos ser testigos del enorme incremento del poder del hombre. El hombre moderno es un gigante en comparación con el hombre anterior, aunque también debemos señalar que no hay un aumento correspondiente de la sabiduría y la bondad. El hombre moderno es un gigante, pero no sabemos si es mejor o peor que el hombre anterior. Más aún: este desarrollo de la ciencia moderna culminó en la idea de que el hombre no es capaz de distinguir de manera responsable entre el bien y el mal —el famoso juicio de valor—. Nada puede decirse con responsabilidad acerca del uso correcto de ese inmenso poder. El hombre moderno es un gigante ciego.

Leo Strauss, El renacimiento del racionalismo político clásico.

Text 03. J. Gray: en ciència hi ha progrés, en ètica i política no.

Els avenços en qüestions morals no són acumulatius, creure que ho són és una superstició de la modernitat. El progrés científic i tecnològic ens dóna més poder però no ens fa essencialment millors i pensar que podem controlar-lo és il·lús.

El núcleo central en la idea de progreso es la creencia en que la vida humana mejora a medida que aumenta el conocimiento. El error no radica en pensar que la vida humana puede mejorar, sino en imaginar que la mejora puede llegar a ser acumulativa. A diferencia de la ciencia, la ética y la política no son actividades en las que lo aprendido en una generación pueda ser transmitido a un número indefinido de generaciones futuras: ambas son, al igual que las artes, habilidades prácticas que se pierden con facilidad. En ciencia, el progreso es un hecho; en ética y en política, es una superstición. El avance cada vez más acelerado del conocimiento científico alimenta la innovación técnica y produce con ello una incesante corriente de nuevos inventos; ése es precisamente uno de los puntales sobre los que se basa el enorme aumento de las cifras de población humana de los últimos cientos de años. Por mucho que los autores posmodernos pongan en cuestión el progreso científico, éste es innegablemente real. Lo ilusorio es creer que puede lograr una modificación fundamental de la condición humana. En ética y en política los avances no son acumulativos: lo que se ha ganado en algún momento puede también perderse en otro (que es lo que, con el tiempo, acaba ocurriendo con casi total seguridad).

La historia no es una espiral ascendente de progreso humano, ni siquiera un avance muy lento, centímetro a centímetro, hacia un mundo mejor. Es un ciclo interminable en el que el conocimiento cambiante interactúa con unas necesidades humanas invariables. La libertad se gana y se pierde en una alternancia que abarca también períodos prolongados de anarquía y de tiranía, y no hay motivo alguno para suponer que ese ciclo vaya a acabar nunca. De hecho, y en vista de que el creciente conocimiento científico no hace más que aumentar el poder humano, éste sólo puede tornarse más violento. […]

Algunos pensadores del siglo XIX, como Karl Marx y John Stuart Mill, creían que, a medida que la sociedad y la economía se fundamentaran cada vez más en la ciencia, nuestra perspectiva del mundo se iría haciendo más racional. Eso no significa que ambos autores creyeran que el progreso era algo estrictamente inevitable: ninguno de ellos descartaba la posibilidad de que sufriera reveses el avance de la razón. Pero lo que nunca imaginaron fue que la irracionalidad continuase creciendo en paralelo a los rápidos avances en ciencia y tecnología. El principio primordial de la Ilustración es que el crecimiento del saber es la clave de la emancipación humana. Ningún verdadero creyente en la Ilustración cuestionaría nunca ese artículo de fe. Pero la fe en el progreso a través del crecimiento del conocimiento es, en sí misma, irracional.

Lo cierto es que no existe ningún vínculo coherente entre la adopción de la ciencia y la tecnología modernas, por una parte, y el progreso de la razón en los asuntos humanos, por la otra. Si acaso, las nuevas tecnologías pueden reavivar ese lado de la naturaleza humana que ni es ni jamás será racional. El comandante talibán que dirige las operaciones militares desde su teléfono móvil es una figura que ya era familiar a finales del siglo XIX. La difusión de nuevas tecnologías no tiende necesariamente a traducirse en la adopción de esa supuesta cosmovisión moderna y racional que tanto nos gusta, sino que, de hecho, tiene las mismas probabilidades de conducir al fundamentalismo. […]

Junto a la fe en el progreso característica del siglo XIX hemos heredado también la creencia de que podemos controlar las tecnologías que inventamos y utilizarlas para fomentar el bienestar humano. Pero pensemos por un momento en las tecnologías genéticas que están modificando los alimentos que comemos y convirtiendo la donación de seres humanos en una posibilidad real. Hay quien ve en dichas tecnologías una oportunidad para dar un gran salto adelante que nos permita derrotar el hambre y las enfermedades, así como erradicar la discapacidad. Otros —y yo me incluyo entre estos escépticos— nos alegramos de los beneficios potenciales, pero tememos que nuestros nuevos poderes para rehacernos a nosotros mismos y a la naturaleza acaben poniéndose al servicio de fantasías arrogantes. No podemos renunciar a la tecnología, y quien piense que podemos pecar de una variedad distinta de arrogancia, pero arrogancia al fin y al cabo. Ahora bien, deberíamos reconocer que si rediseñamos la naturaleza para adaptarla a los deseos humanos, nos arriesgamos a convertirla en un espejo de nuestras propias patologías. […]

No hay poder en el mundo capaz de garantizar que la tecnología se use únicamente con fines benéficos. Esto se debe, en parte, a que no podemos ponernos de acuerdo en cuáles son tales fines. Pero también es debido a que, incluso cuando se logra poner de acuerdo a suficientes personas, no existe poder alguno que pueda hacer cumplir el consenso alcanzado.

No podemos controlar nuestras tecnologías porque no alcanzamos a captar la totalidad de sus efectos. Y no olvidemos un motivo aún más profundo por el que no somos dueños de nuestras tecnologías: encarnan sueños de los que no somos conscientes y esperanzas a las que no soportamos renunciar. Las culturas modernas de hoy en día viven obsesionadas por el sueño de que las nuevas tecnologías conjurarán los males inmemoriales de la vida humana. Pero ninguna nueva tecnología puede abolir la escasez, acabar con la necesidad de elegir, ni alterar la realidad de la mortalidad humana. Durante generaciones, los tecnoutópicos nos han dicho que la tiranía pasaría pronto a ser algo obsoleto. No hace tanto que se nos aseguraba que la televisión haría imposible la guerra. Actualmente, hay quien cree que las comunidades virtuales de Internet harán inviables las dictaduras.

La ilusión del progreso ha resultado benéfica en ocasiones. […] Pero, a pesar de ello, creo que actualmente se ha vuelto dañina. Con independencia del papel que haya podido desempeñar en el pasado, la fe en el progreso se ha convertido en un mecanismo de autoengaño que sólo sirve para impedir la percepción de los males que han acompañado al crecimiento del conocimiento.

Quien ose poner en entredicho la idea de progreso es acusado enseguida de abogar por un retorno a la Edad de las Tinieblas. Pero es un hecho que los mayores asesinatos en masa de la historia fueron perpetrados por regímenes progresistas. Muchos tiranos anteriores asesinaron también a gran escala, pero ni mucho menos como los de épocas recientes. Ahora bien, el rasgo característico del moderno asesinato en masa no es su escala, sino el hecho de que se cometiera con el fin de elevar la condición humana. […] Sólo en los tiempos modernos ha llegado a considerarse el asesinato en masa como medio de perfeccionamiento de la humanidad.

John Gray. Contra el progreso y otras ilusiones.

4. Karl Popper: el futur és obert però hi ha lloc per a l’esperança.

Vivim en el millor dels mons que han existit tant des del punt de vista econòmic, com social i moral. Si al llarg de la història hem aconseguit millorar en molts aspectes, res impedeix que puguem seguir millorant en el futur. Ser excessivament crítics amb els mals del present és una impostura intel·lectual deshonesta.

Aunque naturalmente me consta que también hay muchas cosas malas, sé no obstante que nuestro mundo es el mejor que ha habido a lo largo de la historia. Cuando digo algo así, los oyentes suelen tomarme por senil. Puede que esto sea atinado, pero estoy dispuesto a defender mi tesis contra cualquiera y también esta otra tesis de que los lamentos generales sobre el malvado mundo en que vivimos -se puede señalar esto como la religión dominante de nuestra época-, entra en contradicción con todos los hechos. Por otra parte, mi tesis fundamental es que no sólo nos va mejor económicamente, sino que también somos mejores moralmente. […] Tengo que explicar enseguida más en detalle los puntos fundamentales de mi optimismo:

  1. Lo repito una vez más: mi optimismo se refiere exclusivamente al presente y no al futuro. No creo que exista algo así como una ley del progreso. No existe ni siquiera en la ciencia; ni tampoco en la técnica. El progreso no se puede conceptuar ni siquiera como probable.
  2. Yo sostengo que vivimos actualmente en Occidente en el mejor mundo social que nunca haya existido -y, en verdad, a pesar de la alta traición de la mayoría de los intelectuales, que anuncian una nueva religión, una religión pesimista, según la cual vivimos en un infierno moral y nos encaminamos a la destrucción por la suciedad física y moral.
  3. Yo sostengo que esta religión pesimista no sólo es una crasa mentira, sino que nunca antes ha habido una sociedad que fuera tan gustosa de reformas como la nuestra -por anticipar enseguida uno de los puntos más importantes.

Yo soy un optimista que no sabe nada sobre el futuro y que, por consiguiente, no hace ninguna predicción. Yo sostengo que tenemos que hacer un corte muy pronunciado entre el presente, que podemos y debemos enjuiciar, y el futuro, que está abierto de par en par y en el que nosotros podemos influir. Por eso tenemos el deber moral de afrontar el futuro de manera totalmente distinta, como si fuera algo así como una prolongación del pasado y del presente. El futuro abierto contiene posibilidades imprevisibles y moralmente diversas por completo. Por eso, nuestra actitud fundamental no debe estar dominada por la cuestión « ¿Qué va a venir?», sino por la pregunta « ¿Qué debemos hacer para mejorar un poco el mundo en la medida de lo posible? Y, ciertamente, ¿aun cuando sepamos que, si estuviéramos realmente en condiciones de mejorar algo, las generaciones posteriores quizá podrían empeorarlo todo de nuevo?».

A la humanidad se la puede aniquilar mañana. Pero también hay grandes esperanzas: existen innumerables posibilidades para un futuro que sea todavía mucho mejor que el presente. Con frecuencia se me ha insinuado que mi optimismo tiene que ser al menos un indicador oculto de dirección, puesto que no puede haber ningún optimista respecto al presente, que no sea también un optimista con respecto al futuro. Pero yo sostengo: todo lo que mi optimismo respecto al pasado nos puede proporcionar para el futuro es esperanza. Nos puede ofrecer esperanza y estímulo; pues, dado que hemos conseguido hacer mejor ciertas cosas, no es imposible obtener un éxito semejante en el futuro. Por ejemplo, desde la liberación de las criadas en los años veinte ha desaparecido por completo la esclavitud en Occidente. Al menos en este sentido el mundo occidental es libre, y nosotros podemos estar orgullosos de ello.

Karl Popper. La responsabilidad de vivir.

Text 05. J. A. Marina: hi ha alguns criteris precisos i clars de què representa un progrés per a la humanitat.

La història de la humanitat ens mostra certes línies de progrés indiscutible.

¿Cómo se va a hablar de progreso si el siglo XX ha sido el más cruel de la historia? ¿Ha habido realmente un progreso moral? [...] Vamos a señalar tres criterios para afirmar que una situación, una institución o un modo de vida constituye un progreso:

  1. Cuando satisface más plenamente que otra las aspiraciones justificables de todos los seres humanos, por ejemplo, sus deseos de autonomía, de seguridad, de libertad.
  2. Cuando ningún ciudadano que la haya experimentado y esté libre de miedo o de superstición desearía perderla. Cuando la gente está atemorizada, prefiere no ser libre. Busca a cualquier precio la seguridad que le proporciona un líder o una creencia firme.
  3. Cuando su negación o pérdida conduce al terror. La negación de las garantías procesales en los países bajo dictadura es un buen ejemplo.

Vamos a señalar algunas líneas de progreso que nos parecen innegables:

Primera: Es un progreso conseguir una situación económica y técnica que asegure la supervivencia de una población, poniéndola a salvo de hambrunas, epidemias y plagas.

Segunda: Es un progreso el paso de la esclavitud a la abolición de la esclavitud.
Tercera: Es un progreso el paso de la responsabilidad objetiva a la responsabilidad personal, consciente y voluntaria. (¿Quién querría ser castigado por una falta cometida por un vecino o un antepasado?).

Cuarta: Es un progreso el paso de un régimen de estatus a un régimen de contrato.

Quinta: Es un progreso el paso de la indefensión jurídica a las garantías procesales.

Sexta: Es un progreso el paso de la tiranía a la democracia.

Séptima: Es un progreso el paso de la compasión y el respeto limitado al grupo a una compasión y respeto universal.

Octava: Es un progreso el paso de la magia a la ciencia y el paso de la creencia coaccionada a la libertad de conciencia.

José Antonio Marina. La dignidad humana.

Darrera modificació: diumenge, 23 d’octubre 2011, 08:07