Una revolución, como cualquier otra acción, origina una serie de consecuencias. Estas pueden catalogarse, desde un angulo objetivo, como beneficiosas o perjudiciales para la masa.
La Revolución Industrial o, para ser más explícitos, las tres revoluciones, tienen innegablemente aspectos negativos y positivos. Mas, en la balanza de justicia social tienen más peso los rasgos positivos. Y los cuales pueden observarse fácilmente: en la primera se introducen sistemas de producción mecánicos, en la segunda surge la producción en serie (abaratando costes de modo asombroso) y la industria química y eléctrica y automovilística, en la tercera aparece la automatización de la producción.
Todos estos rasgos han puesto sus bazas encima de la mesa. Y, lógicamente, han vencido a cualquiera de sus oponentes.
El desarrollo de este tipo de revoluciones está considerado como la primera globalización, pues los medios de comunicación capacitan esa unión internacional. Asimismo, han sido el germen de la prosperidad de las economías de alrededor del mundo.
Desgraciadamente, también se anteponen los aspectos negativos:
Contaminación: La revolución industrial incrementó el uso de combustibles de hidrocarburos, específicamente carbón, petróleo y gas natural. Como resultado, la contaminación del agua y del aire aumentó de manera exponencial.
Urbanización: creó superpoblación y la llevó a los barrios pobres. Inmigrantes llegaron de todas partes del mundo, creando tensión social y religiosa con los recién llegados que no eran cristianos. Estos individuos fueron recibidos con hostilidad y discriminación.
Valores y conflictos: A medida que la población se urbanizó, nuevos conflictos surgieron por diferentes creencias. El debate entre la evolución y la religión se volvió importante. Cuestiones tales como la sexualidad y el papel de la mujer cobraron relevancia.
Trabajo infantil: Niños de tan sólo cinco años de edad trabajaban 10 a 14 horas al día en condiciones difíciles e inseguras. La seguridad no era una preocupación, por lo que las muertes fueron una dura realidad. Además, este trabajo constante limitó el acceso de los niños a la educación.
Así que una revolución no puede ser catalogada totalmente como positiva o negativa. Debe medirse todo su peso y sacarse una conclusión. Siempre con pinzas.
Desde mi punto de vista. Cualquiera de estas tres revoluciones han sido espléndidas. Y sus marcos de mejora son aún posibles. Simplemente hace falta un esfuerzo colectivo para poder reparar esos daños causados.